En 1 Corintios 15, el texto más antiguo que hace referencia a la resurrección de Cristo, Pablo nos explica lo que la resurrección significaba para los cristianos en las primeras décadas de la iglesia primitiva.
Pablo empieza su exposición utilizado dos términos para indicar cómo se transmitía la doctrina cristiana. Dice que el ha “entregado” lo que “recibió” (1 Cor. 15:3). Es decir, el relato de la resurrección se transmitió por tradición oral. Pablo no se inventó su propia versión, más bien fue un puente entre los testigos oculares y los cristianos de la ciudad de Corinto.
En 1 Corintios 15:3-5 encontramos cuatro elementos de la creencia de la iglesia primitiva. Primero, que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras. El cristianismo tuvo su origen en el judaísmo y por lo tanto apelaba a las escrituras judías para interpretar su experiencia con Jesús.
Segundo, que Cristo fue sepultado. No debería haber duda sobre la terrible circunstancia de su muerte y sepultura. Sin embargo, esta no era la muerte de un simple mártir por una noble causa. Fue por nuestros pecados, y por eso es redentora.
Tercero, Cristo fue resucitado al tercer día según las Escrituras. La voz pasiva indica que no se levantó a sí mismo sino que fue levantado por Dios. La tragedia de un mesías ejecutado como un criminal da paso a las buenas noticias de que Dios lo reivindicó levantándolo de la muerte.
La resurrección al tercer día también tiene un trasfondo en el Antiguo Testamento. Refiriéndose a la gracia de Dios, dice Oseas: “Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él” (6:2). “Dos días” y “el tercer día” significan simplemente un tiempo muy corto. Mateo 12:40 dice que Jesús, al igual que Jonás, estaría en el corazón de la tierra tres días y tres noches.
Finalmente, Cristo apareció a Cefas y a los doce, como se registra también en los evangelios. Como Judas ya no estaba, “los doce” probablemente se refiere a un nombre para el grupo de apóstoles y no a un valor numérico.
Pablo hace una lista de otras apariciones en 1 Corintios 15:6-8. La estructura de esta lista es diferente a las anteriores y por eso quizás Pablo también utilizó información de algunas otras tradiciones.
1 Corintios 15 es un capítulo importante no solo porque contiene aspectos de la tradición de la iglesia primitiva, sino porque también muestra cómo se transmite la información entre grupos de distintas culturas. Pablo, formado en el judaismo y en el Antiguo Testamento, estaba hablando a los cristianos de Corinto que manejaban ideas griegas sobre la vida y la muerte.
En sus comienzos, el cristianismo era un movimiento principalmente judío. El judaísmo veía al ser humano como algo mortal, su destino era la muerte. En el Antiguo Testamento hay pocas referencias a la vida después de la muerte.
Durante el periodo macabeo de la historia judía (200 a.C.) empezaron a surgir ideas de una futura resurrección. Los judíos experimentaban grandes sufrimientos a manos de los reyes griegos (el imperio seléucida que controló Palestina luego de Alejandro Magno) que los obligaron a aceptar la cultura y culto griego. En 2 Macabeos 7, siete hermanos judíos y su madre murieron de forma heroica por su fe. Al momento de su muerte, uno de los hermanos dice, “Acepto morir a manos de los hombres, esperando las promesas hechas por Dios de que él nos resucitará” (7:14). De igual forma el libro de Daniel, que se cree también fue escrito en el periodo macabeo, dice, “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (12:2). Si bien el pensamiento judío anticipaba una futura resurrección, la iglesia primitiva afirmaba que en Cristo la resurrección era ahora ya una realidad presente.
En contraste con las ideas judías y cristianas sobre la resurrección, los filósofos griegos desde el tiempo de Platón pensaban en función de la inmortalidad del alma. Los seres humanos estaban conformados por dos partes, cuerpo y alma. El cuerpo moría y se descomponía pero el alma vivía para siempre. Cuando los cristianos de Corinto decían “no hay resurrección” (1 Cor. 15:12), se referían a que el cuerpo de Jesús se hizo polvo pero su alma permaneció inmortal.
Pablo los corrigió. Si no hay resurrección, la fe cristiana era en vano. No se trataba de que el alma de Jesús de alguna manera hubiera sobrevivido a la muerte sino de que Dios levantó a Su Hijo en victoria sobre la muerte y el pecado. Y que así como Dios levantó a Cristo también nos levantará a nosotros. Nuestra esperanza no está en la inmortalidad del alma sino en un Dios inmortal.
Comentarios
Publicar un comentario