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Mostrando las entradas de febrero, 2020

Frutos del Espíritu: El Amor

Quizás ya estamos cansados de la palabra amor. La gente habla del amor, le canta al amor, pero parece no existir mayor amor entre los vecinos o los pueblos. A pesar de todas las palabras y música que se hace sobre el amor, parecería que las personas hoy en día no tienen una mejor comprensión del amor que la que tenían los gálatas en la antigüedad. Los gálatas habían perdido el rumbo. A pesar de haber recibido la salvación por la gracia de Cristo, algunos por ahí estaban enseñando que para ser verdaderos creyentes tenían que obedecer ciertos reglamentos. El punto central era la circuncisión. La respuesta de Pablo fue muy clara: la gente que estaba detrás de esas enseñanzas estaba tratando de regresar a la justificación por la Ley y habían menospreciado la gracia de Cristo (5:4). “Libertad” era otra palabra muy utilizada por Pablo cuando le hablaba a los gálatas (vv. 1, 13). Cristo había liberado a los gálatas de la circuncisión y de cualquier otro reglamento que pudiera imponérseles...

¿Por qué Dios no sana a todos?

Esta pregunta ha dejado perplejos a los creyentes consagrados y de oración desde los tiempos del Génesis. Uno ya conoce las respuestas de siempre: "Es porque no tiene mucha fe." O, "es porque no utilizó las palabras correctas en su oración." O, "es porque todavía tiene algún pecado en su vida." Estas respuestas suenan como publicidad de alguna secta misteriosa de los tiempos antiguos. Ha habido gente que aseguraba tener las palabras y algún tipo de fórmula secreta de oración que garantizaría el resultado esperado siempre. Los cristianos nunca deberían caer con una mentira así. Creer todas esas cosas es como tener fe en nuestra propia fe o fe en nuestras propias oraciones. Ambas son incorrectas. Nuestra fe y confianza deben estar siempre y únicamente en Dios. La oración es una comunicación en doble vía con Dios que fluye de una relación profunda y personal con Él. A través de la oración le pedimos y agradecemos por su increíble provisión para nosotros. ...

Obediencia Fiel (3era. Parte y Final)

El llamado y la consagración son dos componentes poderosos de la santidad y tienen que ver con nuestra condición respecto a Dios. A través del llamado de Dios y nuestra consagración a Él, hemos entrado a un vínculo especial—ahora pertenecemos a Dios y estamos dedicados al servicio exclusivo de Él. Hemos sido transferidos espiritualmente del mundo perdido a la presencia de Dios. A través del Espíritu Santo, hemos sido incorporados a la comunión entre el Padre y el Hijo. Pero nuestra comprensión de la santidad estaría incompleto si solo la vemos en función del lugar que ocupamos en esta relación. Tal y como sucede con otros vínculos en nuestra vida—relaciones amistosas o de negocios—nuestro nexo con Dios sería superficial si no estuviera acompañado de acciones concretas. Por esto, debemos notar que el tercer componente vital de la santidad corresponde a nuestra respuesta fiel y obediente al mandato de Dios. La palabra que usa la Biblia para describir esta conducta es justicia o rect...

¿Qué es Consagración? (2da. Parte)

La Biblia nos muestra claramente que la santidad necesita del llamado de Dios —que Dios disponga. En el Antiguo Testamento leemos que muchos elementos, como el Día de Reposo y la tierra y el pueblo de Israel, eran santos porque Dios los escogió para tener una relación especial con Él. La iglesia, de igual manera, es santa porque Dios la ha llamado a ser el Cuerpo de Cristo y la Novia de Cristo. Pero el llamado de Dios es solo un lado de la santidad. Si bien es cierto que no hay santidad sin el llamado de Dios, tampoco hay santidad sin una respuesta fiel. Esta respuesta viene en la forma de nuestra consagración a Dios y la vida de obediencia que resulta de esa consagración. Por lo que si bien el territorio y el pueblo de Israel eran santos porque eran posesión especial de Dios, Israel debía consagrarse el mismo y su tierra al Señor. De otra manera perdería su carácter santo, sería profano, y sería como cualquier otro pueblo. Es por esto que Dios ordenó a los israelitas consagrarse a...