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¿Qué es Consagración? (2da. Parte)

La Biblia nos muestra claramente que la santidad necesita del llamado de Dios—que Dios disponga. En el Antiguo Testamento leemos que muchos elementos, como el Día de Reposo y la tierra y el pueblo de Israel, eran santos porque Dios los escogió para tener una relación especial con Él. La iglesia, de igual manera, es santa porque Dios la ha llamado a ser el Cuerpo de Cristo y la Novia de Cristo. Pero el llamado de Dios es solo un lado de la santidad.

Si bien es cierto que no hay santidad sin el llamado de Dios, tampoco hay santidad sin una respuesta fiel. Esta respuesta viene en la forma de nuestra consagración a Dios y la vida de obediencia que resulta de esa consagración. Por lo que si bien el territorio y el pueblo de Israel eran santos porque eran posesión especial de Dios, Israel debía consagrarse el mismo y su tierra al Señor. De otra manera perdería su carácter santo, sería profano, y sería como cualquier otro pueblo. Es por esto que Dios ordenó a los israelitas consagrarse antes de encontrarse con Él en el Sinaí (Éxodo 19:10-15). No era suficiente que Israel fuera santo por virtud de haber sido llamado y escogido. Los israelitas debían aceptar esta santidad con un acto de consagración. Solo entonces su santidad estaría completa, y solo entonces estarían calificados para entrar en la presencia santa de Dios.

El Día de Reposo nos da un ejemplo similar. Durante el acto de creación Dios bendijo y santificó el Día de Reposo. Dios lo escogió como un día especial para conmemorar la finalización de la creación (Génesis 1:2-3). Como fue escogido, el Día de Reposo tenía una relación especial con Dios y era santo. Pero Israel estaba obligado a guardar la santidad del Día de Reposo deteniendo sus actividades (Exodo 20:8-11). Cuando Israel ignoró el Día de Reposo y lo consideró como cualquier otro día, revertió la consagración del Día de Reposo. El Día de Reposo era visto como algo común y falto de cualquier relación especial con Dios.

Estos pasajes del Antiguo Testamento nos muestran que consagración significa aceptar y tomar el llamado que Dios nos hace; permitirnos entrar a esa relación especial con Dios, una relación en la que nos volvemos pertenencia de Dios, tal y como el Israel del Antiguo Testamento le pertenecía a Dios. Este sentido de consagración como respuesta al llamado de Dios es expresado en 1 Pedro 2:5: “también ustedes son como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual.” Gracias al llamado de Dios, al ser parte de la Iglesia, somos real sacerdocio; sin embargo, debemos llegar a ser real sacerdocio permitiendo a Dios darnos la forma de casa espiritual.

Otros aspectos de la consagración se muestran en Romanos 12:1: “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios”. Este versículo tiene una importancia especial por varias razones. Primero, nos recuerda que nuestra consagración es una respuesta al llamado y gracia de Dios. Ese es el significado de “por lo tanto” en el versículo. Debemos entregarnos a Dios por todo lo que Dios ha hecho por nosotros, y que se describió en los primeros 11 capítulos de Romanos. Segundo, declara que la santidad requiere nuestra decisión y nuestra respuesta a Dios: debemos entregarnos. Tercero, este versículo muestra que nuestra consagración es un acto de entregarnos tan completamente a Dios que somos como un sacrificio.

Un animal dado en sacrificio ya no tiene vida propia. Ha perdido su vida y ha sido sacado de su entorno natural. Como sacrificio, solo es bueno para una cosa: ser un medio de adoración a Dios. Romanos 12:1 declara que nuestra consagración significa vivir como sacrificios. Hemos perdido nuestra vida vieja. Hemos sido sacados de nuestra anterior manera de vivir. Ahora somos buenos solo para una cosa: alabar y adora a Dios. Ser santo, por lo tanto, es existir para el único propósito de adorar a Dios.

Debemos notar que a diferencia del sacrifico de un animal, nuestra consagración no es algo que, una vez realizada, nos garantice una relación permanente con Dios. Una vez el animal es sacrificado, no puede volver a su vida anterior. Sin embargo, aunque las “dádivas y llamamiento de Dios son irrevocables” (Romanos 11:29), nuestra santidad no es necesariamente un estado permanente. Por el contrario, de la misma manera en que llegamos a ser santos por un acto de consagración, podemos salir de esta relación con Dios por un acto de desconsagración.

A diferencia del sacrificio animal, nosotros si podemos retomar nuestra vida vieja. Este retroceso puede resultar de una situación clara y pecaminosa con la que decididamente le damos la espalda a la gracia de Dios o puede consistir en una serie de actos pequeños y sutiles con los que nos vamos separando de Dios y por lo tanto saliendo lentamente de la vida de santidad. Es por esto que Moisés, al escribir Deuteronomio, frecuentemente urgía a Israel a recordar cómo Dios les había mostrado Su gracia. El peligro no era únicamente que Israel pecara de manera clara y obvia; sino que Israel se enfrascara tanto en los afanes y rutinas diarias que terminara olvidándose lentamente de Dios. Muy a nuestro pesar, la Biblia claramente muestra que la santidad puede perderse.

Pero como el llamado de Dios a nosotros es duradero, Dios es fiel y nos conduce a oportunidades de reconsagración. El hecho de que la Santidad no sea necesariamente un estado permanente tiene grandes implicaciones. Nosotros que estamos en la tradición wesleyana creemos que el acto de consagración puede ser completo. Esto significa que, en respuesta a la gracia de Dios y su llamado sobre nosotros, podemos responder con todo nuestro corazón a Dios. Podemos entregarnos tan completamente a Dios como una ofrenda a Dios de la que no nos quedamos con nada. Sin embargo, no debemos malinterpretar la naturaleza de esta consagración completa. Nos perderíamos de algo vital si pensáramos en la consagración solamente como una decisión de una única vez en la vida y para siempre.

Muchos han testificado de ese acto específico de consagrarse, pero la consagración va más allá de un acto específico. La consagración también debe ser característica de nuestra vida diaria en Cristo. Nuestra consagración debe renovarse día tras día. También debemos recordar que nuestra consagración es el resultado de la gracia de Dios que nos ha venido preparando desde antes. Esta gracia es dada a nosotros a través de los sacramentos: predicaciones, bautismo, santa cena, estudio de las Escrituras, aunado a experiencias de servicio devocional y compasivo. Todos estos caminos a través de los cuales fluye la gracia de Dios llegan a nosotros y cumplen su cometido.

Nuestra consagración no se lleva a cabo en un vacío espiritual sin preparación. Detrás de la consagración está la gracia de Dios y los ministerios de la Iglesia que nos ayudan a vivir nuestra vida cristiana. De igual manera detrás de ella están las prácticas que componen la vida cristiana. La consagración es, por lo tanto, otro nombre para referirnos a nuestro deseo de vivir en la forma que concuerda con esta gracia. Es nuestra decisión de cooperar con esa gracia participando en las prácticas que le permitan surtir su efecto en nosotros.

Por lo tanto, la consagración tiene dos sentidos. Por un lado, se refiere a los actos dramáticos y conscientes de decisión en los que dedicamos todo lo que somos a Dios y nos entregamos completamente a Él. Y por el otro lado, es la manera que describe cómo debe vivirse la vida Cristiana. Esta vida es consagrada porque consiste en las prácticas que complacen a Dios.
Así como con el llamado de Dios, la consagración es una parte fundamental de la santidad para los seres humanos. Pero la consagración es particular de cada persona: algunos no prestan atención al llamado de Dios; otros si. Algunos se incorporan al real sacerdocio de Dios; otros se resisten a Dios. Ser santo es responder con fidelidad al llamado de Dios dedicando nuestras vidas completamente a Él. Es ofrecer adoración en espíritu a Dios constituyéndonos en sacrificios vivos.

Continuará...

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