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¿Por qué Dios no sana a todos?

Esta pregunta ha dejado perplejos a los creyentes consagrados y de oración desde los tiempos del Génesis. Uno ya conoce las respuestas de siempre: "Es porque no tiene mucha fe." O, "es porque no utilizó las palabras correctas en su oración." O, "es porque todavía tiene algún pecado en su vida." Estas respuestas suenan como publicidad de alguna secta misteriosa de los tiempos antiguos. Ha habido gente que aseguraba tener las palabras y algún tipo de fórmula secreta de oración que garantizaría el resultado esperado siempre. Los cristianos nunca deberían caer con una mentira así. Creer todas esas cosas es como tener fe en nuestra propia fe o fe en nuestras propias oraciones. Ambas son incorrectas. Nuestra fe y confianza deben estar siempre y únicamente en Dios.

La oración es una comunicación en doble vía con Dios que fluye de una relación profunda y personal con Él. A través de la oración le pedimos y agradecemos por su increíble provisión para nosotros. Sin embargo, nunca debemos asumir que si decimos las palabras correctas o le pedimos con el sentimiento apropiado obligaremos a Dios a darnos la sanidad que pedimos. Pensar así es pensar en Dios como una máquina expendedora: uno deposita sus monedas de oración y Dios no tiene otra opción que darnos lo que pedimos.

La Biblia nos insta a descargar nuestros corazones en Dios y confiar en Él para una intervención divina. Lo que es más, la Biblia ofrece muchos ejemplos de Dios respondiendo oraciones de forma milagrosa. Pero no toda oración registrada en la Biblia recibió la respuesta esperada. En 2 Corintios 12:7-10, Pablo relata su experiencia orando en vano por algo que muchos expertos consideran era una molestia física. Pablo rogó a Dios repetidamente por una respuesta que nunca se materializó. ¿Cuál fue la respuesta de Dios para la petición de Pablo? "Bástate en mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad." ¿Cuál fue la respuesta de Pablo a Dios? "Por lo tanto me gloriaré más gozosamente en mis debilidades, para que el poder de Dios esté en mí."

El dolor y la enfermedad física, emocional y mental marcan la condición humana desde la caída en el jardín del Edén. Seguirán teniendo efecto en las personas, aún en los creyentes, mientras vivan de este lado de la eternidad. A veces Dios milagrosamente sanará nuestra dolencia, y a veces no lo hará. Nosotros los humanos nunca entenderemos completamente la mente de Dios, y por eso no podemos responder este "¿por qué?" adecuadamente. Él es el Creador; nosotros somos Sus criaturas.

Mi respuesta personal a las oraciones que no han sido contestadas viene de la sabiduría de Job, "...aún así, mi esperanza está en Él" (Job 13:15). Debemos entender una cosa, nuestra esperanza no está en una oración contestada, ¡nuestra esperanza está completamente en Dios!

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